lunes, 12 de marzo de 2012

El Laberinto del Rey


Lunes, dos de la madrugada, el condensado aire que respira Luis poco le alcanza para mantener el sueño y el sosiego se rompe, la sabana bajo su espalda se tiñe del opaco tono que produce su transpiración. Su calle, los ruidos, todo ha cambiado desde la primera vez que llegó allí, pero su sobresalto es el mismo. Su celda da una pequeña ventana a la calle San José. Su prisión: él mismo. Vivir así, atado a sus propios vicios, a sus bajezas y a su personaje es lo que lo trajo a estar donde esta, en la nada, en el medio de una ciudad que acaricia con mano compañera todos los círculos del infierno dantesco y a la vez que en ellos se regocija besa lo santo, teniéndose uno piedad del otro y el otro piedad del uno.
Consternado, se levanta, son algunos segundos los que pasan hasta que descubre que nuevamente se halla despierto en su pieza del centro, lava su rostro con un poco de agua fresca, enciende un cigarrillo, pega dos jaladas y lo apoya en un cenicero de vidrio del cual volverá a servirse una y otra vez mientras se viste. Ya pronto sale a la calle, al boliche. El frío es intenso, al llegar se acerca a la barra y pide una grapa, se dirige hacía el fondo, donde las luces nunca alcanzan, toma asiento y observa con un vistazo panorámico el lugar, definitivamente, el cuadro no es pintoresco.
La puerta del bar se abre y desde la fría calle entra escondido en un gabán oscuro un hombre, alto, delgado, su rostro gris y lo blanco de su largo pelo le dan un aspecto lúgubre que se rompe al pasar bajo la primer lamparita que queda de camino a la barra. Pide un paquete de cigarrillos y una bebida y enfilándose hacia el sombrío rincón donde está Luis toma asiento en la mesa contigua y con una voz ronca y calmada le dice:
-                     ¿Sabes?, a veces los pensamientos son un laberinto, y aunque tienen entrada realmente no tienen salida y cada uno que llega es un pared más y un quiebre, así, das forma a un nuevo tramo que se aleja más del centro apartándonos de lo que realmente importa… ¿Crees tú que sirve de algo estar aquí, sosteniéndote la cabeza para que no se te caiga? ¿Crees tú que este cigarrillo y esta bebida me hacen especial?, por cierto, ¿gustas? – le ofrece un cigarrillo.
-                     Si, por supuesto, - algo desconfiado Luis toma un cigarrillo, y el extraño le extiende fuego para que lo encienda, fuman un par de jaladas, observan la puerta, hasta que Luis rompe el incomodo silencio.
-                     No creo saber quien eres, ¿y que te lleva a hablar así conmigo?.
-                     Mira –contesto el extraño-, voy a contarte una historia, que, aunque acaricia la fantasía es real. La leyenda cuenta de un poderoso rey cuyas tierras y riquezas se conocían incalculables, su principal castillo albergaba innumerable cantidad de vasallos y su flota era tan grande que no alcanzarían las naves y los hombres aqueos que invadieron Troya durante diez años para igualarle. Por un extremo de su imperio salía el sol, y por el otro se ocultaba. Entre medio, casi como un dios, se hallaba Xilán, observándolo todo, su vida dedicada a la magia negra, y ella, fue quien todo le dio. Cinco eran sus principales palacios reales y en cuatro de ellos se alzaba un majestuoso altar de oro en los cuales se realizaban tributos a los cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire. El quinto altar era él, era su esencia. Su centro como el universo mismo fuente de energía inagotable irradiaba cada uno de los rincones de su cuerpo. Celosamente el ambicioso rey  guardo su fuerza y su magia trazando un intrincado laberinto que les protegiera, pero que, a la vez, seria el comienzo de su perdición. Quienes más tarde lograron alcanzar ese laberinto hallaron los restos de quienes fueron encomendados por el propio Xilán para proteger sus angostos y oscuros pasillos. Quienes más tarde lograron alcanzar ese laberinto hallaron los restos de los tres guerreros y sus bestias, así, fosilizados en el tiempo. Los menos sostienen que el rey Xilán selecciono a estos custodios en base a sus disciplinas militares y características personales, los más sostienen que el rey Xilán los condeno a una vida de contiendas, lo cual más que un privilegio fue una punición, lo cierto es que quienes contra ellos combatieron en las intrincadas galerías, alegaban que solo ellos tres tenían la fuerza de los siete mil Guerreros de Terracota, y al igual que este ejército se hicieron inmortales en arcilla y en barro.
Todos somos el producto de una ambición, pero nuestro apetito no puede saciarse de la misma forma. Yo, personalmente, creo que lo que acabo con el rey Xilán fue su deseo sobre sí mismo, y al final su propio laberinto fue su trampa, logro entrar pero no logro salir, comenzó construyendo algunos muros, la forma curva con la que los trazo abrazaba literalmente la corteza de la tierra, tratando de llegar al centro, pasó días y noches en vela recorriendo las galerías, perdiendo su cordura y la luz de su llama, la cual cada vez iluminaba menos, hasta que al fin se extinguió. Más de una vez callo un ángel del cielo -el propio Satanás fue portador de luz-. A mí, que una vez fui rey, ahora me llaman mago negro. A mí, que una vez brille con mi luz, me castigaron a ser inmortal, entre mortales.

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