Lunes, dos de la madrugada, el condensado aire que
respira Luis poco le alcanza para mantener el sueño y el sosiego se rompe, la
sabana bajo su espalda se tiñe del opaco tono que produce su transpiración. Su
calle, los ruidos, todo ha cambiado desde la primera vez que llegó allí, pero
su sobresalto es el mismo. Su celda da una pequeña ventana a la calle San José.
Su prisión: él mismo. Vivir así, atado a sus propios vicios, a sus bajezas y a
su personaje es lo que lo trajo a estar donde esta, en la nada, en el medio de
una ciudad que acaricia con mano compañera todos los círculos del infierno
dantesco y a la vez que en ellos se regocija besa lo santo, teniéndose uno
piedad del otro y el otro piedad del uno.
Consternado, se levanta, son algunos
segundos los que pasan hasta que descubre que nuevamente se halla despierto en
su pieza del centro, lava su rostro con un poco de agua fresca, enciende un
cigarrillo, pega dos jaladas y lo apoya en un cenicero de vidrio del cual
volverá a servirse una y otra vez mientras se viste. Ya pronto sale a la calle,
al boliche. El frío es intenso, al llegar se acerca a la barra y
pide una grapa, se dirige hacía el fondo, donde las luces nunca alcanzan, toma
asiento y observa con un vistazo panorámico el lugar, definitivamente, el
cuadro no es pintoresco.
La puerta del bar se abre y desde la fría calle entra
escondido en un gabán oscuro un hombre, alto, delgado, su rostro gris y lo
blanco de su largo pelo le dan un aspecto lúgubre que se rompe al pasar bajo la
primer lamparita que queda de camino a la barra. Pide un paquete de cigarrillos
y una bebida y enfilándose hacia el sombrío rincón donde está Luis toma asiento
en la mesa contigua y con una voz ronca y calmada le dice:
-
¿Sabes?, a veces
los pensamientos son un laberinto, y aunque tienen entrada realmente no tienen
salida y cada uno que llega es un pared más y un quiebre, así, das forma a un
nuevo tramo que se aleja más del centro apartándonos de lo que realmente
importa… ¿Crees tú que sirve de algo estar aquí, sosteniéndote la cabeza para
que no se te caiga? ¿Crees tú que este cigarrillo y esta bebida me hacen
especial?, por cierto, ¿gustas? – le ofrece un cigarrillo.
-
Si, por supuesto,
- algo desconfiado Luis toma un cigarrillo, y el extraño le extiende fuego para
que lo encienda, fuman un par de jaladas, observan la puerta, hasta que Luis
rompe el incomodo silencio.
-
No creo saber
quien eres, ¿y que te lleva a hablar así conmigo?.
-
Mira –contesto el
extraño-, voy a contarte una historia, que, aunque acaricia la fantasía es real.
La leyenda cuenta de un poderoso rey cuyas tierras y riquezas se conocían
incalculables, su principal castillo albergaba innumerable cantidad de vasallos
y su flota era tan grande que no alcanzarían las naves y los hombres aqueos que
invadieron Troya durante diez años para igualarle. Por un extremo de su imperio
salía el sol, y por el otro se ocultaba. Entre medio, casi como un dios, se
hallaba Xilán, observándolo todo, su vida dedicada a la magia negra, y ella,
fue quien todo le dio. Cinco eran sus principales palacios reales y en cuatro
de ellos se alzaba un majestuoso altar de oro en los cuales se realizaban
tributos a los cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire. El quinto altar
era él, era su esencia. Su centro como el universo mismo fuente de energía
inagotable irradiaba cada uno de los rincones de su cuerpo. Celosamente el
ambicioso rey guardo su fuerza y su
magia trazando un intrincado laberinto que les protegiera, pero que, a la vez,
seria el comienzo de su perdición. Quienes más tarde lograron alcanzar ese
laberinto hallaron los restos de quienes fueron encomendados por el propio
Xilán para proteger sus angostos y oscuros pasillos. Quienes más tarde lograron
alcanzar ese laberinto hallaron los restos de los tres guerreros y sus bestias,
así, fosilizados en el tiempo. Los menos sostienen que el rey Xilán selecciono a
estos custodios en base a sus disciplinas militares y características personales,
los más sostienen que el rey Xilán los condeno a una vida de contiendas, lo
cual más que un privilegio fue una punición, lo cierto es que quienes contra
ellos combatieron en las intrincadas galerías, alegaban que solo ellos tres
tenían la fuerza de los siete mil Guerreros de Terracota, y al igual que este ejército
se hicieron inmortales en arcilla y en barro.
Todos
somos el producto de una ambición, pero nuestro apetito no puede saciarse de la
misma forma. Yo, personalmente, creo que lo que acabo con el rey Xilán fue su
deseo sobre sí mismo, y al final su propio laberinto fue su trampa, logro
entrar pero no logro salir, comenzó construyendo algunos muros, la forma curva
con la que los trazo abrazaba literalmente la corteza de la tierra, tratando de
llegar al centro, pasó días y noches en vela recorriendo las galerías,
perdiendo su cordura y la luz de su llama, la cual cada vez iluminaba menos,
hasta que al fin se extinguió. Más de una vez callo un ángel del cielo -el
propio Satanás fue portador de luz-. A mí, que una vez fui rey, ahora me llaman
mago negro. A mí, que una vez brille con mi luz, me castigaron a ser inmortal,
entre mortales.
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