viernes, 9 de marzo de 2012

La Flor de la Vida


Rompiendo con la triada, la medida del universo no responde a números, más bien, responde a patrones de medida. En China, las estatuas de piedra de Los Perros de Fu (al parecer leones) protegen la Flor de la Vida, su geometría sagrada es la regla de todas las cosas. Como si Dios, que es uno, en realidad fuera el universo, y el universo, que es todo, fuera Dios. Aristóteles escribió alrededor del siglo IV A.C. “La Poética” y afirmó (entre otras cosas) que pasar el nombre de una cosa para designar a otra puede generar la representación del todo por un parte, o bien, la representación de la parte por el todo. Nunca pude aceptar que el universo se redujera a un capricho matemático, o… retórico.
Pase horas pensando la mejor manera de comenzar este relato y las horas se hicieron días y los días semanas, pero por más que las semanas se acumularon nunca más formarían meses, y los meses nunca más formarían años, fue cuando me decidí a vivir en el presente, sin pasado, sin futuro y con él ahora como fondo de la escena del tiempo.
Pensé que tal vez así escaparía a la muerte, que tal vez así escaparía a la vida, que tal vez así el barquero de las almas finalmente me cruzaría hacia el otro lado, a la oscuridad. Fue entonces cuando me sentí preparado, trascendiendo las edades tome de cada una de ellas su mineral mas preciado, cuatro fueron las pasadas, cuatro los metales utilizados, oro, plata, bronce y hierro; en cada una puse empresa, en cada una el viejo herrero de los hombres, Prometeo, los fundió con el fuego robado a los dioses para fabricar una moneda única, cuyo molde sería perdido cuatro veces en los confines mas internos de la tierra.
En todas fui soberano. Velando las eras mis ojos enrojecieron, mis parpados no titubeaban, perdí la noción del ahora, mi mente se extravió en los delirios que la espera le imputaba, ya no había contacto con el mundo exterior, poco a poco las intrincadas líneas que eran trazadas en las poderosas hormas me fueron dejando una sed incapaz de ser calmada, adore la opulencia, la bienaventuranza y la divina unión de los hombres en doradas épocas; abrace la violencia, los pleitos y las bajezas de una segunda raza de hombres apocada, disminuida y de comunión destrozada; a través del sacrificio ajeno y el castigo, la venida de un tercera edad con hombres llagados por las armas, las guerras y la muerte a cuyos dolores el azabache hierro somete a penas, trabajos y castigos desde su nacimiento. Vi caer luz y sombra sobre los aconteceres esperando el cruce de la barca, pero ya todo había terminado, olvide forjar en las metálicas líneas el transporte esperado. Gloria, hermosura y gentileza pasaron frente a mí para convertirse en fracaso, imperfección y apatía.
Logre traspasar la muerte alimentándome de nueva vida, logre traspasar la vida renovándome en cada muerte, el circulo fue la forma perfecta. En cada circunferencia encerré una estrella, esencia cuyos vértices servían de centro para un nuevo círculo. Plasme lo infinito en lo finito. Protegiendo lo sagrado de lo inicuo, me convertí en guardián de la Flor, por temor al hombre bajo mi densa garra la defiendo y la sostengo, ocultando en intrincada forma el patrón de la creación y por fin al cerrar los ojos, bajo una coraza de piedra descanse.    

Carlos Viera


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