viernes, 9 de marzo de 2012

Ensayo sobre la Literatura de Horacio


“Puesta está mi labor en un pequeño asunto;
más no será pequeña la gloria que al
Poeta le alcance…”
Virgilio, “Las Geórgicas” - Libro IV

Partiendo de la premisa: “La literatura romana es causada, no nacida” estudiaremos la obras Odas I, II y III del poeta Quinto Horacio Flacco. Buscaremos indicios de la identidad cultural del pueblo romano, ayudándonos con algunas lecturas complementarias.
Para abordar este trabajo es necesario comprender la necesidad de un estado republicano de engendrar en sus ciudadanos un sentimiento nacionalista, la educación didáctica del pueblo era la mejor manera de lograrlo, en ella “…al autor corresponde el papel de maestro, al lector el de discípulo…” de modo que la literatura juega un papel primordial en el afianzamiento del sistema político de esa época. El estado republicano de Roma encuentra sus bases en la concepción de una suma de relaciones interpersonales, las cuales deben protegerse, de manera que imprime en el ciudadano la conciencia de que esa protección es un bien común  
Se da bajo el dominio de Augusto un período en el cual existe de manera compensada las expresiones del presente y las concepciones del pasado. La literatura que este promovió estaba en consonancia con esa compensación antes mencionada. El trabajo acertado y flexible permitía la mixtura de ciertos valores ancestrales y la aceptación de nuevas filosofías, pero en el devenir del tiempo la división del imperio genera quiebres culturales que fragmentan las regiones geográficas, aflorando grupos literarios que responden a los estímulos que le genera su propio ambiente vital.
Conectar la historia de Roma, nos acerca a las modificaciones culturales y espirituales que se asomaron sobre el imperio durante su nacimiento, desarrollo y caída.
Pero, ¿cuáles fueron las condiciones a partir de las cuales se desarrolló el fenómeno literario latino? ¿Cómo fueron esos comienzos de la literatura romana temprana? Hilvanemos finamente la tela sedosa de las palabras con el fin de lograr que el tapiz exponga de manera clara y consistente ambos puntos.
Daré paso a través de Horacio: “Grecia vencida cautivó a su soberbio vencedor e introdujo las artes en el rústico Lacio…” afirma el poeta latino en su libro “Epístolas II” pocos años antes de morir, contenido invencible el de la frase que ahorra mil palabras en su contundente observación.
De este modo encontramos el peso de la influencia griega en la obra latina, pero claro está, algo así no podía ser posible de no existir a la vez, un marco político que promoviera el desarrollo de la literatura como tal y a este cometido apunta el “Mecenazgo” de la época augustal, llevado a cabo por Mecenas quién hallo en Virgilio, Horacio y tantos otros, excelentes exponentes. Este “Mecenazgo” aristócrata a la vez cumplió el rol de salvador en épocas decadentes de la cultura, donde la necesidad del estado no daba margen al desarrollo de las letras.
La supervivencia de las obras y sus autores debe grandes fortunas a aquellos aristos que con su poder económico patrocinan la creación de textos, y a este respecto recae el helenismo vivido por los literatos latinos desde sus clases sociales elevadas.
H. A. Forster sostiene que el contacto helenístico se produce en dos etapas, la primera, en relación con los etruscos como forma de contacto con una cultura griega diluida y la otra a través de los poblados del sur aunque el autor explicita: “…en estos primeros contactos con lo griego, las aportaciones recibidas fueron de carácter externo y no alcanzaron las raíces más profundas.”
Es preciso señalar el hecho de que la literatura latina no fue víctima de un normal desarrollo, ya que no existe una línea de sucesiones que delimiten períodos, esto ocurre en contraposición, por ejemplo, al mundo griego, donde hallamos tres etapas (arcaica, clásica, helenística); en el mundo romano, las propuestas recibidas en un primer momento y a partir de las cuales se forjaría el hierro constructor de las vigas literarias latinas pertenecen al período helenístico, de modo que entre la que podríamos considerar como sociedad romana “arcaica”, fluyen ríos de lectura perteneciente a un mundo moderno, encontrando en su rivera el árbol de la comedia cuyos frutos maduran entre los latinos. Esta yuxtaposición de tiempos trae aparejado el mestizaje de conceptos viejos y nuevos muy opuestos, así es que los géneros literarios funcionan en Roma desnaturalizados de su raíz temporal, lo que lleva a los escritores a una construcción artificial de los textos.
La poesía y las ideas trabajan de manera conjunta y son indivisibles, es así que acceden al desarrollo de sus virtudes poéticas en base al pensamiento, siendo de este modo conscientes de sí mismos. Von Albrecht dice: “… el mundo de la experiencia estética no es en Roma un componente obvio de la vida […] sino un campo que hay que conquistar…”       
 Podemos entonces empezar a formar el mapa a través del cual nos guiaremos en la obra horaciana. Comenzaremos por ver algunos aspectos de su tiempo, aquellas ideas que maneja el romano sobre: su patria, aspectos religiosos, éticos, filosóficos, influencias extranjeras y nacionales. 

Horacio y su tiempo:
    
Adentrándonos en el poeta elegido para la presentación de este trabajo comencemos por considerar algunos aspectos tomados del libro de Emilio Rollié “Horacio Odas, una introducción crítica” a medida que avanzamos sobre la obra del poeta.
 La organización y el orden del grupo eran elementos que se hallaban fuertemente arraigados a la consciencia. La patria por ejemplo constituía para el pueblo romano un símbolo al cual el individuo debía subordinarse bajo cualquier forma, otorgándole al sujeto un rol determinante desde su nacimiento y educación de su pertenencia a esa sociedad.
 La religión por su parte, se basa en la concepción de que los hombres, están expuestos a los designios de los dioses (considerados “potencias operantes”)  no solo a partir del dominio de sus acciones, sino en base a la relación que posee la persona para con la divinidad a través de los ritos tradicionales. Su cumplimiento asegura un orden determinado a la vida del hombre.
En la formación religiosa romana, podemos ver como se fusionan deidades extranjeras y son sincronizados con sus propias personalidades divinas, así es por ejemplo que una vez consolidado el imperio, perduraban aún las celebraciones en honor a Dioniso (Baco) en las casas de Pompeya.
    El papel del estado y la religión están estrechamente vinculados, y son considerados como una unidad, a partir de las concepciones místicas. Se generan mitos, los cuales son tomados por los escritores y traspasados luego a la vida cotidiana y al estado de modo que las figuras se convierten en leyendas nacionales e históricas.
El equilibrio entre fuerzas tan distintas y poderosas no es fácil de mantener, debido a que, si el soberano se convierte en un déspota, no prima entonces él designio de las divinidades clásicas, sino aquella “Fortuna” que se dirige en forma caprichosa.
El romano tradicional fue invadido por la filosofía epicúrea griega, que tenía como objetivo mayor y final, el placer a través del cual el hombre llegaba a la felicidad. Lo necesario para lograr ese objetivo son dos elementos básicos, alejarse de aquellas cosas que generan miedo y sufrimiento y también, mantenerse de buen ánimo bajo toda circunstancia.  
La filosofía tradicional romana era el estoicismo. Manejaba un ideal basado en la sabiduría como elemento logrado en base al contacto con la naturaleza, desde el plano divino descendiendo al plano de lo humano. Para el estoico, el mundo es un ser animado y armonioso, dentro del cual el hombre es considerado parte del universo, por lo que se halla sometido a un orden infinito, este universo es dirigido por una razón o inteligencia natural, y de allí la necesidad de la búsqueda de esa armonía a través del sentimiento de deber y la acción.
Podemos decir que el contacto con el mundo griego significaría, “una tensión” entre estas dos miradas acerca de la vida. Mientras la educación griega generaba una conciencia que apartaba al hombre del hecho social y lo incitaba a tomar conciencia de su individualidad y también de su antropocentrismo enaltecimiento la personalidad y sus virtudes, el ideal del hombre romano era el clásico tradicional de los orígenes campesinos, que logró mantenerse incólume frente a las nuevas tendencias que se le presentaban.
El arte perteneciente al período de Augusto promueve una unión entre algunas facultades griegas y aquellas tradiciones romanas, en el que aspectos estéticos poéticos están marcados por la elegancia. Como resultado surge la unión de las preciosidades líricas con la cotidianidad romana, elemento siempre presente en la poesía imperial.

Horacio y las “Odas Romanas”:

Horacio, escritor múltiple, polifacético, maneja una variedad de temáticas y formas mezcladas con algunos tintes filosóficos de su ser, podemos verlos como contraposiciones de una personalidad indefinida, pero son únicamente expresiones de cualquier vida, cambiante, dinámica, donde la variación es parte del proceso que hace al artista.
Las “Odas Romanas” son un conjunto de obras fuertemente influenciadas en su creación por Roma y sus perfiles.
El regalo de los poderosos obsequia a Horacio un valle y“… ¿para qué levantar, al modo nuevo, / lujoso atrio que me traiga envidias? / ¿A qué, por las riquezas inquietantes, he de cambiar mi valle de Sabina?”, allí la vida del campo y el bosque, el vino y los amigos, generan las letras con que el poeta “[…] toca con su frente las estrellas.”.
Los valores tradicionales llaman a la vida en familia, al trabajo del hombre en sus campos, a la cocina de la esposa, en donde el estado está encima de todo como la religión, así el poeta dice: “Es dulce y hermoso / morir gallardamente por la Patria. / La muerte sigue al que cobardemente huye, / y no perdona tímidas espaldas…”, cargada de premios entonces está la vida, para aquel que en su lucha en favor de la patria caiga en batalla por el hierro enemigo.
Es contradictoria la pasiva vida personal, con la aguerrida llamada al combate de esta oda, la “virtus” romana se enlaza con los valores que hacen del hombre, un ser con deber estoico por su patria. Rolliè afirma: “la virtus es el resultado de un aprendizaje, y por lo tanto de un proceso educativo…”.
Está es transmitida a los jóvenes, desde la concepción de que “los fuertes, son creados por los fuertes...” y que el águila, no puede ser engendro de pacíficas palomas”, es así que la educación adecuada se da en la reproducción de las tradiciones, provenientes de los antecesores, rectora de la juventud.
Ahondemos un poco más en el entendimiento de la “virtus”, planteada sobre la base de la concepción estoica: “No turban al varón justo y constante / populares furores agresivos […] si, quebrantado, se desploma él orbe / ruina y desastre le hallarán tranquilo…”.
Musas inspiradoras hacen al poeta la bajada de sus rimas, y la melodía de su cítara acompaña el cálido paseo de la oda IV, oda “A Calíope”, que en su descenso del cielo, riega de complaciente aire el paso del poeta, es que “A los romanos” van los consejos, de los valores paternos desarraigados, de la necesidad de cumplir con sus dioses, y dice: “…solo eres grande si a los dioses sirves, de ellos es tu poder: suyo tu éxito…”.
Seis odas dirigidas desde una concepción comunitaria, que entran en disyunción con aquel Horacio individualista, amante del letargo, de la vida tranquila y de los campos, el vino, la música y la escritura.
Ella abre el cielo a los que no merecen / morir, y, por región a otros negada, / pura en su vuelo, alejase del fango / en que la burda multitud se arrastra…” se refiere a aquella “virtus” que hace diferentes en la muerte a unos de otros, así es que todo hombre que acaudale en su muerte la virtud necesaria merece el cielo, que a quienes por falta de ésta les está vedado.
La “virtus” no se limita a un buen accionar para la vida, sino que es el pasaje para el goce también de la otra, de este modo se da una esperanza al pueblo romano, de que no solo aquellos personajes eximios como Augusto pueden ser salvos. Emperador que es llevado a lo más alto: “…Polúx, así, y el errabundo Hercúles, / alcanzaron su puesto en el Empíreo / donde, entre ellos reclinado, Augusto / un día beberá néctar divino…”, junto a él, Baco (llamado Quirino), Rómulo, los héroes y dioses del imperio y su pueblo, figuras a las cuales se asemejará aquel mortal, emperador, pero mortal entre inmortales, su persona está junto a las más elevadas, él es el modelo de “Virtus romana”, en él, así como para aquellos romanos que lo alcancen, su vida es trascendente.

El “Carpe Diem

Señalemos una apreciación respecto al tópico “Carpe Diem”, cuyo sentido de disfrute, se hace evidente luego de Ovidio; años después, no significo “Gozar el momento” sino más bien, quitarle tiempo a la muerte, de modo que hallamos en el arrebato, un breve lapso de existencia placentera, en la que se hace preciso refugiarse.
¡Goza este día!... nada fíes del venidero… ” aconseja Horacio a Leucónoe, iluminando este cierre el texto XI del libro primero de Odas, palabras cuyo sentido desfigurado hoy día, recaen en la frivolidad y el mercado consumista.
Se trata de evitar el sufrimiento de ser mortales, de tener un comienzo y un fin en esta luz hecha carne, siendo esa nuestra única certeza y así lo expresa Horacio: “…Cruel… Más atenúa la paciencia / dolores que evitar nos es vedado…”. La muerte lleva consigo el concepto de inevitable, y de él, la necesidad de aprovechar el tiempo de vida, de manera que utilizarlo con alegría y entusiasmo se hace necesario para el disfrute de lo efímero.
Pero en el consejo a Leucónoe, no se limita únicamente, tan célebre frase, al goce de la vida, también está en sus entrañas la idea de que lo que acontece después, es dominio de Júpiter, dios del cielo y de la tierra, por lo que aceptar lo que este disponga es parte también de la suerte del hombre. Un claro rasgo identificatorio de la relación hombre-divinidad, perteneciente a los griegos.
Rollié dice: “para la lectura de las odas que sostienen esta visión de la vida, es fundamental prestar atención a las imágenes.”.
Los críticos Fernández-Galeano y Cristóbal, en su libro, “Horacio, Odas y Epodos”, refieren a la ingenuidad de quienes utilizaban el arte de la adivinanza, rechazado por parte de los epicureístas, ya que el futuro no habría de apresurarse ante nuestra espera, imagen expresada de manera simbólica en el texto horaciano: “… vale más como fuere, aceptar el decreto,/ ya nos conceda Júpiter, contar muchos inviernos, / o ya sea esté el último en que abatirse vemos contra escollos tenaces las olas del Tirreno.
La naturaleza es objeto referencial de todo aquello sujeto a la brusca variación de sus estados. Lo vimos en los inviernos abatidos contra las rocas, y lo podemos observar también en la descripción de este paisaje que contrapone la tranquilidad y comodidad del hogar, con la tempestuosa mención a la naturaleza invernal: “… Ahuyenta el frío, en el hogar quemando / leña que con largueza se renueve, / y aquel vinillo puro […] confía lo demás a los dioses; / y así que ellos sujeten / con su voz a los vientos, irritados […] el día que la suerte / te dé a gozar, acepta como obsequio… ”.

El “carpe diem” y la “virtus romana”:

Parece existir una aparente contradicción entre aquel Horacio que promueve al hombre con una actitud que es virtuosa por su acción y el promovido en aquellos versos adornados con la filosofía del “Carpe diem”, que goza de su soledad, de la tranquilidad, del ocio y la contemplación a partir de los cuales, el sabio se realiza.
Aclaremos que el ocio, posee una noción bien distinta de la manejada por nuestra cultura. Reducido a un contexto puramente filosófico del cual toma su concepto, el “otium” virtuoso no se vincula con aquel concepto moderno e industrial. El ocio ciudadano es de diversión y descanso en el cual se promueve la conformidad a través de los juegos, las luchas de gladiadores, fieras y carreras de carro.
El hombre es hasta hoy en día la medida de todas las cosas, sigue latente aquel antropocentrismo antiguo aún en nuestra cultura y nuestro mundo. De este centro brota la “virtus”, alrededor gira lo vulgar y el poder de las divinidades que buscan controlarle, de modo que, para que pueda permanecer inamovible es necesario la prudencia, evitar los excesos, asirse en la vida contemplativa, en la soledad, en la naturaleza.
Se da la conjugación de dos fuerzas que parecen imposibles de unir, de ese modo el romano forma su propio ideal de cómo se llega a una vida feliz, placentera.
El progreso del hombre tanto en la materia como en el espíritu, la justa medida de equilibro interno con aquellos dotes que hacen al ciudadano virtuoso, construyen el legado paterno y la educación las bases morales y éticas que pondera la sociedad y al mezclarse con la filosofía epicúrea, contacto natural y pensamiento, hacen al hombre y al poeta de la época.

CONCLUSIÓN:
La libertad y su dueño:
 Hasta en los aspectos más inesperados existe una filosofía, un modo de vida, que busca engendrarse en la conciencia de los ciudadanos de ese antiguo imperio. Se suele hoy día mirar el esplendor ajeno con recelo, la sociedad romana no estuvo exenta de este bajo sentir, sus ciudadanos también gustaban de ostentar, gustaban de la fama, gustaban del reconocimiento, ambiciones que cayeron por su propio peso.
Fue contra esos despropósitos que se erguía la literatura impulsada por Augusto, en su intento por la unión del imperio. Las letras fueron una de sus armas, así aquellos poetas que bajo su mandato se vieron convidados con las dulzuras que desde el estado se les ofrecían, presentaban una propuesta clara: afirmarse sobre aquellos valores y virtudes que ponderaban sus antepasados.
Los tiempos habían cambiado entonces, y se hacía necesario el ajuste de aquella cultura ancestral, con las nuevas fuerzas que impulsaban el vivir del hombre, así es que, en una mixtura de rasgos estoicos con suaves pinceladas de placentera sabiduría epicúrea se desarrolló la obra de este poeta lírico.
Logró que las tradiciones se emparejaran en su obra con las innovaciones. Muy cierto es que la cultura romana poseía aún vestigios de los griegos, sus dioses, sus ciudades, sus héroes, sus guerras, rememoraciones como escarmientos a veces, como ejemplo en otras tantas, pero en sus textos Horacio se debate entre sus dos modelos, así hallamos un autor comprometido con su lírica individual y con su lírica civil, entre su sentir y el sentir que le fue encomendado generar en el pueblo.
Un tópico tan antiguo como el mejor vino, guardado en cuidadosa conserva, es el “paso del tiempo” con él se relaciona lo oscuro e inevitable de la muerte, un destino final para el hombre, al igual que para el imperio, cuya carrera parece desembocar en un precipicio en el ocaso de los tiempos.
El pensamiento antiguo tiñe las habitaciones en las cuales se desarrolla la vida, y entre esos colores se generan las “tensiones”, la vida del pueblo se definiría por aquel accionar griego acorde a la naturaleza de su esencia, impulsiva, móvil, en la cual no siempre la contemplación será una opción precisa, frente a los hechos se hace necesaria la acción, y por lo mismo afrontar los resultados.
Todo reducido a una metáfora, el mar, signo connotativo de lo cambiante, lo móvil, lo incierto, lo arriesgado y la roca, que en su rígida existencia resiste el desgaste del tiempo, son respectivamente epicureísmo y estoicismo.
Las condicionantes que permiten el fenómeno literario latino, no se reducen a factores externos, es necesario recordar también, que los factores internos marcan su propio ritmo en la melodía literaria de esta cultura.

Carlos Viera 
Presentado en: "III Seminario de Literatura Greco-Latina"
Instituto de Profesores Artigas; Montevideo, Uruguay, 08/10/2011. 


Bibliografía y fuentes:

Textos históricos:

·         Arnold Hauser, “Historia social de la literatura y el arte – Tomo 1”. Ed. Labor, Barcelona 1978.

·         Michael Von Albrecht, “Condiciones para el desarrollo de una literatura romana – Volumen I”. Ed. Herder, Barcelona 1997.
Textos críticos:

·          Michael Von Albrecht, “Condiciones para el desarrollo de una literatura romana – Volumen I”. Ed. Herder, Barcelona 1997.

·         H.A. Forster, “Literatura de la antigüedad clásica”. Ed. Destino, Barcelona 1966(traducción)  – Texto original: “DIE LITERATUR DES KLASSISCHEN ALTERTUMS”. Orell Füssli Verlag, Zürich 1961.


·         Emilio Rollié, “Horacio Odas, Una introducción crítica”. Santiago Arcos Editor, Buenos Aires 2005.

Obras:

·         Horacio, “Odas, Noventa odas traducidas a verso castellano, 2da edición”. Ed. Espasa-Calpe, Buenos Aires 1946.
  
  • Neil Philip “Mitos y leyendas”. Ed. Ateneo, Buenos Aires 2000.


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